Saludos viajero.

Me hallo aquí para tomar un descanso en mi viaje hacia ya casi no recuerdo donde. Este lugar me reconforta y lo usaré a menudo para reposar y meditar sobre lo que me acontece en mi aventura personal. Espero les resulten interesantes mis relatos y entre todos compartamos mis reflexiones y disfrutemos de unos pequeños pero agradables momentos de desconexión de esta vida tan llena de dudas y enigmas, y así poder entender mejor cual es el objetivo de todo esto.

¡Se Bienvenido!

miércoles, 16 de julio de 2008

CARTAS DE ESPERANZA

CAPITULO I

Anoche fue una noche dura, una de esas que no pretendes salir y acabas acostándote al amanecer con el cuerpo destruido, la sangre cargada de alcohol y solo. Últimamente es la única forma que encuentro de poder dormir “en paz”, es la forma de que mis fantasmas no invadan mis sueños y me atormenten durante las pocas horas que consigo mantenerme en letargo.

Me despierto con el cuerpo agotado, tengo la sensación de que he dormido poco. Miro la hora, vuelve a ser demasiado pronto, vuelvo a estar destruido. No se como mi cuerpo puede aguantar con tan pocas y tan malas horas de sueño. Y todavía es sábado, esta noche volverá a ser dura.

Atormentado y agotado me decido a dormir un poco más. Me tiro de nuevo en la cama después de desayunar y busco algo para leer, algo que aparte mis fantasmas durante un rato y me mantenga distraído. Reviso mis viejos comics del “Juez Dredd”. Pero me canso enseguida. Al devolverlos a la estantería descubro unas hojas. Las despliego para ver qué son y ponerlas donde sea que sea su sitio dentro del caos de mi cuarto. Me sorprende descubrir que se trata de una carta escrita a mano, en inglés. Nunca antes la había visto.

Se trata de una carta escrita por un padre para su hija. Habla en términos generales, ni si siquiera menciona ningún nombre. Es como si fuera una carta tipo. Según parece están lejos y ella está pasando una mala época. Por lo visto está sumida en una profunda depresión. El padre le brinda todo su apoyo desde la distancia. Le dice a su hija que sabe por lo que está pasando y que no está sola en este mundo, que hay mucha gente que pasa por la misma situación. Le dice también que ha preguntado a sus allegados qué se puede hacer y todos dicen lo mismo: le recomiendan que visite a un especialista.

Lo primero que pienso es que alguien, por alguna razón que desconozco, ha encontrado esta carta por Internet, se la ha descargado e impreso y se la ha dejado en mi cuarto. Pero tiene más bien poco sentido. A no ser que alguien conocedor del mal momento que estoy pasando la haya dejado en mi cuarto para que algún día la encuentre, como una forma anónima de darme ánimos, de decirme que visite a un loquero para salir de este bache.

Pero enseguida descarto esta idea. ¿Por qué no iba a escribírmela él o ella personalmente? Tal vez porque si veo que en otro lado del mundo hay otra persona pasando también un mal momento no me sentiría solo, y al ver que mi problema es más general de lo que parece decida buscar la solución que muchos otros han llevado a cabo y que todo el mundo recomienda.

Me decido a inspeccionar la carta, quiero saber si es un fax, una impresión o está escrita a mano. Le planto el flexo a un palmo y analizo la tinta. Es densa y homogénea, tiene toda la pinta de estar hecha con una impresora, no parece rotulador ni bolígrafo. Le doy la vuelta y paso la yema de los dedos por encima de anverso de la hoja. ¡Esto no puede ser! ¡Las letras tienen relieve! ¡Esta carta está escrita a mano! ¡Es el original! ¿Como demonios ha podido llegar esta carta a mi cuarto?

La dejo encima del escritorio, me levanto de la silla y retrocedo hasta mi cama. Me siento en el borde y la miro estupefacto desde la distancia. No entiendo de dónde ha salido ni como ha llegado esto a mi cuarto. Si estuviera en castellano podría llegar a entender algo, ¡pero está en inglés! Cuando mil teorías absurdas empiezan a invadir mi mente decido corta en seco, olvidar el tema. Nunca sabré de donde ha salido y creo que prefiero no saberlo.

La vuelvo a plegar y la dejo en algún sitio con la intención de que el desorden de mi cuarto acabe devorándola y nunca más vuelva a aparecer. Me vuelvo a tumbar en la cama y abro las puertas de mi mente para que mis fantasmas la posean de nuevo y así olvidar definitivamente el escrito, pero al cabo de un rato descubro que me tiene demasiado turbado y me levanto de un bote. Me voy decidido al lugar donde la he guardado con un mechero en la mano. Voy a ir a la playa y voy a quemarla. Aparto los comics entre los que la he dejado y descubro que no está. Ahora sí que estoy desconcertado. Soy despistado, pero no tanto. ¡Sé que la he dejado ahí! Rebusco entre absolutamente todos los comics, los libros,… nada, no aparece. ¡Esto que demonios quiere decir! ¿Es algún tipo de broma de muy mal gusto? ¿De quién? ¿De mí mismo? ¿Acaso mi mente me esta jugando una mala pasada, se está empeñando en demostrarme que estoy loco? ¿No quiere recordarme dónde la he dejado o simplemente se la ha inventado? No se qué está pasando y sinceramente prefiero no saberlo.

Me resulta muy difícil pero decido dejar definitivamente de pensar en el tema. Vuelvo a colocar los libros en su sitio y me tumbo de nuevo en la cama. Cierro los ojos y pienso en cualquier cosa. Descubro que estoy agotado, que anoche apreté mucho. Poco a poco me voy durmiendo y los fantasmas vuelven para no dejarme descansar. Dejo que me abracen y me agiten por mi mar de miedos y dudas. Creo que soy más feliz con ellos que con nadie más.


CAPÍTULO II

La arena está fría. Me gusta. Me tumbo del todo y dejo que el fresco invada toda mi espalda. Me hundo en ella y me reconforta. Necesitaba evadirme de todo lo que me rodea y conozco pocos sitios mejores para conseguirlo que la playa. Está amaneciendo. Es uno de los momentos más bonitos que he vivido desde que estoy en Gandía. El mar se torna rosa parece dulce y cálido. La soledad lo invade todo. Sólo estáis tú y la inmensidad del mar. Es la forma más fácil de encontrarse a uno mismo entre el bullicio habitual en el que vivimos.

Tumbado en la arena, con las manos por detrás de la nuca, miro el firmamento. Veo como el gris azulado se va tornando cada vez más rojo. De repente un destello cálido invade el cielo. El amarillo se impone al resto de colores. Me incorporo para ver la salida del sol. Si no hay nubes en el horizonte se convierte en una bonita imagen. Ves como el mar da a luz al sol, que sale veloz y con fuerza, dispuesto a darnos vida un día más. Es este momento cuando más paz sientes, y también cuando más pena. Pues ahora el cielo y el mar empiezan a teñirse de su color habitual, y descubres que el día de hoy vuelve a ser otro día más, con los mismos colores, las mismas gentes y los mismos problemas, igual que ayer y que mañana. Pero por lo menos he disfrutado de esos minutos en los que el día se convierte en algo especial.

Decido irme a casa antes de que la última imagen que me lleve sea la de un día más de playa, para poder cerrar los ojos y ver el mar como si fuera de fresa. Al recoger mis zapatillas descubro que hay algo debajo de ellas, ligeramente enterrado en la arena. Lo cojo y un escalofrío recorre mi espinazo. Se trata de un folio. Lo despliego temeroso y mis miedos se confirman. Se trata de una carta escrita en inglés.

¿Qué demonios está pasando? ¿Quién está decidido a hacerme creer que estoy loco? La pliego de nuevo y la dejo en la arena. Me quedo quieto, sentado, mirando hacia el horizonte. El sol ya está alto y calienta bastante, no me apetece seguir allí. Me levanto y miro hacia el suelo. Al lado de mis pies sigue estando el folio. La necesidad de saber qué está pasando supera mi miedo y decido recogerla. Me dirijo descalzo hacia el paseo de la playa, pensando si deshacerme de la carta o leerla. Cuando llego arriba me siento en un banco y me quito la arena de los pies con los calcetines que luego no volveré a ponerme. La carta está sentada a mi lado, mirándome con ojos tristes, defraudada por haberle demostrado menos interés del que ella deseaba. Decido que debo leerla… y luego destruirla.

Dejo mis pies descalzos, reposando sobre el frío suelo, y cojo la carta. “Dear Daddy”, empieza. Parece ser la contestación de la hija a la que iba dirigida la primera carta. Cuenta que se alegra mucho de recibir noticias de su padre, agradece mucho que alguien le demuestre cariño. Parece que se siente muy sola, debe de estar muy lejos de su familia y su gente. Cuenta que poco a poco siente que va saliendo del bache, y que cree que va a hacer caso a su padre y va a buscar un psicólogo que le ayude, pero que quiere esperar pues siente que puede superar esto por si sola.

La carta está cargada de dolor, pero de esperanza. Parece que lo está pasando realmente mal. Según parece está en otro país buscándose la vida. No parece mala chica, no merece este mal trago.

Dejo la carta en el banco y me agacho a por las zapatillas. Me calzo y decido volver a casa. Hoy empieza un nuevo día y hay muchas clases a las que ir. Volviendo a casa voy pensando en el caso de la chica esta. ¿Cómo se llamará? Decido releer la carta y me doy cuenta de que me la he dejado en el banco. Vuelvo corriendo y descubro que ya no está. Debe de habérsela llevado el viento. Me vuelvo a casa para pegarme una ducha e ir a clase.

Al medio día ya estoy en casa. No tengo hambre. Decido encerrarme en el cuarto y tumbarme en la cama. Hasta las 5 no tengo clase, así que puedo dejarme poseer por mis fantasmas unas horas.

Estando tumbado descubro que estoy pensando en la chica, pero me sorprende no darle vueltas al origen de las cartas. No me importa de donde vengan, la verdad, lo que me gusta es que les estoy cogiendo cariño y que me ayudan a no pensar en mis problemas. ¿Es normal no preguntarse que está pasando, por qué recibo estas cartas? Tal vez sean producto de mi imaginación y por eso mi mente no les da importancia. Supongo que los esquizofrénicos no se preguntan de dónde vienen las voces o por qué las escuchan, solo las atienden. Tal vez me estoy volviendo loco. La verdad es que no me importa, porque me hacen sentir bien. Esta tarde iré a clase con ganas, me siento mejor. Creo que estoy saliendo del bache.


CAPITULO III

Estoy tirado en mi cama. Llevo así todo el día. Hoy he decidido no levantarme. No quiero salir de mi cuarto, de mi búnker, el único sitio donde me siento a salvo del mundo exterior. Pearl Jam, Staind, Creed y Nirvana me acompañan en modo aleatorio. Son lo único que escucho y lo único que quiero escuchar, a parte de mis propios fantasmas. Hoy han venido con fuerza y no consigo deshacerme de ellos.

Hace más de una semana que no uso el teléfono, que no me conecto al Messenger, que no leo mi correo. Mis compañeros de piso están preocupados por mí porque casi no como y siempre que estoy en casa estoy encerrado en el cuarto. Veo al mínimo de gente que debo ver por obligación. Desearía poder estar solo en clase, en el trabajo,...Desearía no tener que dirigirme a nadie, no tener que hacer la sonrisa forzada como si me alegrara de ver a alguien. Quiero estar solo. Quiero concentrarme en mis problemas y que nadie me distraiga con sus gilipolleces.

Necesito salir de mi hoyo, este mal me esta comiendo por dentro. Llevo tiempo creyendo saber como hacerlo pero hoy he descubierto que no se que hacer. Estoy perdido y no encuentro ni si quiera el camino por el que he venido. No se como he llegado a esta situación y desde luego no se como salir de aquí. Debo aclararme. Localizar los problemas y resolverlos. ¿Pero cuáles son los problemas? No lo se. Aunque lo peor es que no tengo fuerzas para superarlos.

Tal vez me ayudaría leer alguna de esas cartas que recibo misteriosamente, pero hace ya tiempo que no recibo ninguna. Se que están en algún sitio, pero supongo que todavía no he dado con ellas.

Me levanto de la cama y me pongo a buscar por mi cuarto. Por encima del escritorio, por entre los libros, los apuntes… No hay nada. Me dirijo frenético al armario, se que está por aquí. Busco entre la ropa sin éxito. La empiezo a sacar rabioso y lanzarla sobre la cama. Vacío el armario entero y no aparece nada. Me lanzo a la cama y remuevo toda la ropa, prenda por prenda, lanzando cada una con furia por encima de mí. Sigue sin aparecer. Vuelvo a los apuntes. Los tiro contra el suelo y al caer se esparcen por todo el cuarto. Los pateo en busca de la carta, pero no está.

¡¿Por qué!? ¡¿Por qué ahora que es cuando más la necesito no la encuentro?! Estoy totalmente perdido, no tengo ninguna salida. Me tiro en la cama y me quedo hundido entre la ropa que todavía queda sobre ella. Las lágrimas empiezan a resbalar sobre mis mejillas. ¿Qué puedo hacer? Podría buscar fuera del cuarto, por la casa, o incluso por la calle… pero no quiero ver a nadie. ¡Tiene que estar en el cuarto! Quien sea que me pasa las cartas no es tan malo. Me cuida, lo hace por mí, para que mejore. No me haría nada malo, no me haría hacer algo que no quiero hacer. No me haría salir del cuarto.

Me quedo en la cama, llorando. Me siento totalmente solo porque creo que nadie entiende por lo que estoy pasando. No tengo a nadie ni nada en quien apoyarme. Mi vida es una mierda. Este sufrimiento crece día a día y no veo fin. No veo salida. No quiero seguir sufriendo pero no se como dejar de hacerlo. Nadie puede ayudarme. Tengo que hacerlo yo solo pero no puedo. Soy débil. No puedo seguir con esto. Nadie que no esté en esta situación es capaz de entender por lo que estoy pasando. La única esperanza que veo es que sé que hay una persona que sé que me entiende, que sé que está en mi misma situación. Esa chica que se cartea con su padre. Pero hace tanto tiempo que no recibo noticias suyas que ya ni siquiera siento que ella esté ahí también.

Me incorporo y me siento en el borde de la cama. Me limpio las lágrimas de la cara con las manos para intentar aclararme. Una idea empieza a crecer en mi cabeza. Una idea horrible, descabellada. Nunca antes habría pensado que algo así pudiera ni siquiera pasárseme por la cabeza, pero empiezo a contemplarla como una posibilidad, una salida de toda esta mierda. Me asusto al contemplar esa posibilidad, pero algo dentro de mí me dice: “¿Por qué no? Es una solución fácil. Además ya no te quedan fuerzas, no puedes seguir luchando”. Decido salir de mi habitación, de mi casa, y me dirijo a la playa a despejarme. Allí podré pensar con más claridad. Una cosa es estar mal y otra bien diferente pensar en barbaridades semejantes.

CAPITULO IV

Estoy en la bañera. El agua templada me abraza con dulzura. La espuma que flota sobre ella me impide ver mi cuerpo desnudo. La luz tintineante de las velas me hace ver figuras en las paredes y el techo y la deliciosa voz de la cantante de Portishead me trasporta hasta el descanso más absoluto. He puesto mi quemador con una mezcla de aceites de melocotón y chocolate. Es el momento más cercano en que he estado de la paz en muchos meses.

Me siento agotado. Reposo la cabeza en el borde de la bañera y cierro los ojos. Empiezo a recordar momentos de mi vida y una sonrisa se dibuja en mi boca. Lo cierto es que he tenido grandes momentos. Tal vez sería bueno aferrarse a ellos para poder seguir adelante. Pero lo cierto es que no se puede vivir del pasado. Como dice la canción: el agua estancada termina siempre podrida. Hay que buscar buenos momentos día a día. Levantarse cada mañana con ganas de disfrutar de los pequeños detalles que nos aporta la vida, no despreciarlos nunca pues puede ser lo único que tengamos bueno en mucho tiempo, y no cerrar nunca puertas a posibles nuevas experiencias. Cuando te cierras en lo que ya tienes es cuando dejas de vivir.

Arrepiéntete de lo que has hecho y no de lo que nunca hiciste, pues la vida no se cuenta por las veces que respiramos sino por las veces que nos quedamos sin aliento. Que grande es recordar los nicks del Messenger. ¡jajaja! Una risa espontánea y enérgica se me escapa y resuena por todo el baño. Suspiro. Estoy tranquilo, en paz. Soy Feliz.

Ahora recuerdo a la gente que ha pasado por mi vida. A mis padres que tanto me han aguantado y de los que tanto he aprendido y tanto quiero. A los amigos que me han acompañado en los momentos más felices de mi vida, y que han estado ahí cuando he estado mal. Han sabido siempre darme grandes consejos. Que mal no haberles hecho caso más veces. Ahora me siento un poco triste, pues me doy cuenta de cuanto he dejado de lado a tanta gente a la que quiero.

También recuerdo a las chicas que han pasado por mi vida. Los grandes momentos que nunca olvidaré, los pequeños detalles que han llegado a llenarme de felicidad. Pero también lo mal que lo he llegado a pasar por ellas en muchas ocasiones. Pero siempre me he alegrado de los malos momentos que he tenido, pues son ellos los que me han hecho aprender y, sobretodo, me han hecho disfrutar de los buenos. Pues sin malas experiencias no eres capaz de saborear las delicias que te aporta la vida. Todo puede ser tan bonito como nefasto dependiendo de los ojos con que lo mires. Y ahora soy feliz de estar vivo.

Pero la tristeza empieza a invadirme al pensar todo esto. Porque me doy cuenta de que la vida puede ser un precioso paseo demasiado tarde. Abro los ojos con dificultad, estoy muy cansado. Miro hacia mis pies, que asoman en la espuma en la otra punta de la bañera y veo ahora con un poco de miedo lo que está pasando y empiezo a ser consciente de lo que he hecho, del grave error que he cometido. La espuma ya empieza a tornarse roja. Me cuesta un infierno cada movimiento que intento hacer, creo que ya he perdido demasiada sangre como para que haya marcha atrás.

El miedo empieza a apoderarse de mí. Ya no controlo mi cuerpo y siento un intenso sueño despertando dentro de mí. ¡Maldita sea! ¡Quiero vivir! ¿Por qué demonios he hecho esto? ¿En que cabeza en su sano juicio podría caber esta idea? El hecho de ver que el camino que he tomado ya no tiene retorno hace que el miedo me gobierne por completo. Estoy muerto ya, pero todavía soy consciente de mi vida. De golpe me vienen todas las cosas que podría haber hecho todavía, todos los sueños que tenía y que había ya olvidado, toda la gente que me quiere y que tanto van a sufrir por mi pérdida.¿Qué he hecho? Tiene que haber una solución, algo…

Estoy solo en casa, aunque gritara no me iba a atender nadie, pero lo cierto es que no tengo fuerzas ni para hablar. Empiezo a llorar y a arrepentirme de la estupidez tan grande que acabo de cometer. Un gesto que parece tan insignificante y tan fácil de conseguir, algo que parece una fácil solución a todos los problemas, y de repente me doy cuenta de la catástrofe que representa. Solo ahora que estoy en esta situación me doy cuenta de lo grave del error y lo peor es que cuando estás en este momento ya no hay marcha atrás. Es la peor experiencia que he pasado nunca.

Al mirar de nuevo hacia mis pies veo flotando sobre la espuma una carta. Hago un último acopio de fuerzas y muevo mi mano intentando coger el folio. Al sacar el brazo de la espuma veo tres cortes abiertos y profundos en mi antebrazo de los que sale sangre a borbotones, diluida con el agua de la bañera. Cojo la carta y la leo. Es la chica hablando con su padre. Dice que cuando creía haber salido del bache tuvo una recaída. Lo pasó peor de lo que lo había pasado nunca. Quería morir. Y decidió que no perdía nada por pedir ayuda. Fue a una psicóloga y en 3 meses empezó a ver la vida con otros ojos. Poco a poco era más feliz, disfrutaba, volvía a relacionarse con la gente. Era más eficiente en el trabajo y eso la hacía no sentirse inútil, uno de los problemas que más machacada la tenían. Aprendió a afrontar los problemas y a verlos objetivamente, no más negros de lo que realmente son. Ahora era muy feliz y agradecía eternamente el consejo de su padre. Llegó a pensar cosas realmente malas, falsas soluciones, pero al final tomó la decisión correcta y la más obvia: pedir ayuda cuando la necesitas.

Mientras leo esto los ojos se me están cerrando, casi no consigo leer los besos de despedida que le manda al final de la carta. Las manos ya no tienen fuerza para aguantar la carta y se me hunden de nuevo bajo la espuma ahora roja de mi bañera. La carta se queda flotando sobre la espuma a un palmo de mi cara y es la última imagen que veo antes de que el sueño me invada por completo.

Muchas gracias a todos los que habéis estado conmigo en todos estos años. Espero que perdonéis esta estupidez tan grande que he cometido y de la que tanto me arrepiento, pues se que mi alma no podrá nunca perdonármela y si es cierto que existe otra vida, será imposible que olvide este error. Nunca dejaré de torturarme por lo que acabo de hacer. Lo siento, lo siento profundamente. No tenéis ni idea de cuanto. Pero ya es tarde. Con un desgarrador dolor en mi alma me despido de vosotros. No me olvidéis para que así nunca cometáis mi error. Para mí ya es demasiado tarde. Adiós.

No hay comentarios: